 Desde primera hora de la tarde, y a pesar de que el tiempo no presagiaba nada agradable, se empezó a ver un movimiento alrededor de los cubos que hacia las siete de la tarde se convirtió en una auténtica marea humana.
La espectación que había despertado el mítico Bob Dylan no defraudó a los que por edad ya le conocían y a los miles de jóvenes que por primera vez se encontraban con el cantautor.
Mikel Laboa abrió el concierto y lo hizo conectando con la gente con un conocido repertorio que muchos corearon y que cerró con el «Txoria Txori» con el que se fundió con el público.
Dylan llegó a lo americano, en dos autobuses negros hasta la parte posterior del escenario. Enfundado en un traje negro y con su inconfundible sombrero, paseó por su mejor reportorio y a los teclados fue desgranando piezas clásicas de hace varias decadas.
La organización rozó la perfección, lo que es dificil en un evento de estas características y que merece un Zorionak.
En definitiva una magnífica noche paz y de nostalgia musical. |
